"Conte d'automne" de Éric Rohmer (1998)
Me resulta agradable el fluir que tiene la película, el cómo el hecho de dejar hacer al diálogo provoca que la historia se llene de matices y de una vitalidad de los personajes que, aunque calmadamente, les mueve hacia unos fines que incluso pueden desconocer.
No sé si el modo de representar estas historias es muy cinematográfico. No tengo la sensación de que lo sea, pero tampoco tengo la sensación de que pierda por ello. Parece que no se hayan utilizado más recursos por no querer hacerlo, no por desconocerlos o llevar a cabo una historia que queda coja sin ellos.
En Conte d’Automne encuentro una sencillez apacible. No es la manera más dramática de transmitirme la vida de estos personajes, pero tampoco da la sensación de que la vida aquí sea de otra manera.
Me gusta cuando una película te hace vivir al ritmo de su historia, cuando da la sensación de que ésta ha sido rodada con el mismo ritmo, y encuentras en esa impresión la realidad de la vida en esa película. Si no la de los personajes, sí la de las personas que hay en ella -delante y detrás de la cámara-.
Las películas que me hacen pensar y sentir sobre este tipo de cosas reafirman en mí el conocimiento de que existe toda una pluralidad extensísima de ver las cosas, de vivir la vida, y eso me hace sentir bien.
Por supuesto, a Conte d’Automne le resulta fácil relacionarse conmigo de esta manera porque no es el estándar de película que se puede ver tan habitualmente. Pero eso no es ni bueno ni malo, simplemente es así. Y lo que quizás quiero decir con esto es que no estoy hablando tanto de Conte d’Automne concretamente, como de este tipo de cine, esta manera de hacer cine; por supuesto, dentro de un contexto histórico, artístico e industrial concreto.
Tienen que existir películas así.
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Fotografía por Fabien TWB (utilizada para ilustrar la película, de la cual no hay imágenes de dominio público)