¿Es el cine de industria una herramienta de dominación social?

¿Es el cine de industria una herramienta de dominación social?

Sobre la industria cinematográfica hollywoodiense y la sociedad

Dando por sentado que la inmensa cantidad de público del cine de la industria de Hollywood es tan grande dentro de la sociedad (y no sólo estadounidense) que cualquier efecto sobre ella es extensible a toda la sociedad, consideraré La Sociedad como un todo del que se puede desprender una actitud hacia las cosas, con unos motivos comunes que hacen que se exprese unánimemente.

Mi primera intención era la de reflexionar sobre la premisa del cine de industria como dominación social y las causas que hacen que sea posible, tanto inherentes al medio cinematográfico como referentes al contexto del acto comunicativo. Sin embargo, al definir las bases sobre las cuales desarrollar el discurso la premisa se volvía inadecuada:

  • Considerar que algo domina sobre otra cosa implica que lo dominante ejerce el poder sobre lo dominado, es decir, la facultad expedita de hacer con lo dominado lo que quiera.
  • Si en lugar de dominación hubiese apuntado a una manipulación, no hubiese sido menos inadecuada, ya que la manipulación remite a mover a antojo bajo intereses particulares.

Así pues, ¿realmente el cine de industria hace lo que quiere con la sociedad para satisfacer sus propios intereses?

Una finalidad de este tipo de cine, y por tanto un interés en función del cual producir, es el moralizante, que se basa en mantener y transmitir a través del relato el orden social impuesto mediante historias limitadas a ciertos ámbitos (o extrapolación de los valores sociales a ámbitos fantásticos), confeccionadas desde una falsa objetividad que siempre es a la vez disimulada y claramente la objetividad convencional sobre la que se mueve todo el engranaje social.

He aquí pues una respuesta afirmativa a la pregunta, ya que la conclusión que cualquier persona del público saca de una película de industria (y la que dicha industria quiere que saque) es acorde a los valores que la sustentan a ella -la película- y a la sociedad; mismos valores que nos han sido impuestos en nuestras relaciones sociales. De aquí que claramente se trate de una objetividad convencional.

Con dichos valores no sólo estamos familiarizados/as sino que hemos tenido que crecer y debemos relacionarnos de acuerdo a ellos si queremos movernos sin dificultad por todos los ámbitos sociales. Hay un reconocimiento por parte del público de lo que ha sido, es o puede ser su sociedad. Y la identificación social hace posible la identificación personal, pues depende siempre del contexto en el que se encuentra el personaje, que el público entienda sus motivos y determinaciones. Sería ilógico entonces que el cine que va dirigido a una determinada sociedad se moviese en función de valores ajenos a ella. Si lo que el cine quiere es -otro interés- ganar dinero con sus productos en tanto que negocio lucrativo, no va a obviar que el público ha de identificarse con la realidad representada; y qué mejor manera de asegurarse que mostrándole su misma realidad, con sus mismas situaciones y conflictos, a través de la ficción. De aquí que la objetividad convencional y la manipulación se ejerzan disimuladamente, pasen quizás inadvertidas.

Hasta aquí es evidente que sí, el cine de industria hace lo que quiere con la sociedad para satisfacer sus propios intereses. La película de industria, hecha desde cierto punto de vista, busca, lógicamente, que el público lo comparta con ella; así puede haber una identificación y por tanto una satisfacción que llevará al público a pagar por ver las películas de industria. Es sencillo. Sin embargo, el ámbito de la manipulación, en el que se supone que el público es movido a compartir los valores impuestos, queda disuelto en el momento en el que deja de ser el interés de la industria del cine (no me refiero a un acontecimiento en la Historia del cine, sino a este momento de la reflexión).

En la cadena de causalidad, el interés fundamental de la industria es el dinero, pilar sin el cual ella no existiría ni haría las cosas como las hace. Sí que es cierto que en algún lugar de esa cadena el interés del cine de industria es llevar al público a aceptar los valores fundamentadores a través de la identificación con el conflicto y los personajes:

(en valor descendente de intereses)

DINERO

Masa de público

Satisfacción del público

Identificación del público

Pero la manera de satisfacer al público es responder a la demanda:

DINERO

Masa de público

Responder a la demanda

Si bien es verdad que la oferta condiciona la elección, no hay más verdad que la de que la demanda condiciona la oferta (desde el principio de necesidad a la industria del kitsch). Prueba de que la industria hace las cosas tal y como quiere el público es la utilización de probadas fórmulas de éxito para todas las producciones.

Es en este punto en el que la demanda del público (por tanto su propio interés) condiciona el producto ofertado, en el que el interés de identificación con los valores impuestos es del propio público y se rompe la posible manipulación por parte de la industria. Pero no negaré tan pronto la respuesta afirmativa.

La identificación y aceptación de los valores es una demanda de la sociedad, no es ésta víctima de una manipulación por parte de la institución de la industria cinematográfica, con su inacabable propaganda del American way of life. Ya carece de importancia si las personas que han orquestado esos productos pertenecen a una clase social acomodada o no, no es relevante, es circunstancial, pues no son ellas las que se expresan a través del cine, sino la sociedad que lo hace posible.

En fin, si el cine es una herramienta de manipulación, de dominación, su poder ha sido conferido por la propia gente manipulada. Existe una voluntad de sometimiento de todos los estratos sociales, lo cual no quiere decir que para una parte de la sociedad no resulte más cómodo y favorecedor asimilar y dejarse seducir por esos valores.

La propia industria no tiene como finalidad dominar a la sociedad, sino el dinero, y por eso le da a ésta lo que pide, acepta y paga por ver. Dándole ese dinero para que actúe como herramienta, la sociedad deviene así productora de su propia dominación.

La respuesta a la anterior pregunta corresponde a un “sí, pero”. La lectura pública de leyes, normas y protocolos sociales que es el cine de industria se convierte en una herramienta de autodominación de la sociedad. Es un matrimonio perfecto que permite la legitimación social.

Cómo el cine puede servir a este fin, o mejor dicho, qué características tiene que hacen posible este juego de legitimación a través de la identificación, no es una cuestión que vaya a plantear pues sería otra reflexión a desarrollar.

La masa ejerce la autodominación, dominando así a cada persona singular en una especie de marea de individualidades que se ahogan para convertirse en un Neptuno unificado. El cine de industria es la forma de expresión de ese Neptuno, de La Sociedad.

Pero, ¿hasta qué punto la industria no se está expresando a sí misma? En tanto que industria, está fundamentada en una ideología capitalista. ¿Hasta qué punto podría dejar de representar su sistema de producción?

Es quizás el límite toda aquella representación que alabe los valores de otro tipo de sociedad expresamente contraria al capitalismo. No (le) importa representar sociedades antiguas (y por tanto no capitalistas), ni obviar el asunto del capital en ficciones que se desarrollen por ejemplo en el mundo de la animación, porque estas representaciones no atentan contra lo que mueve la industria: el dinero; pero ¿qué pasaría si el público demandase precisamente este tipo de ficción alejada de los valores de su propia sociedad, una verdadera ficción fantástica que le transportase a otros posibles mundos y realidades? ¿Sería la industria capaz de dárselo? ¿Preferiría la industria tirar piedras sobre su propio tejado (en este caso pilar) teniendo en cuenta que la alternativa a no responder a lo que la demanda pide es el cierre de la industria?

Bajo mi punto de vista sería una interesante manera de ver cómo la industria se autodestruye. Sin embargo, ésto, aunque posible, parece improbable.

No obstante, la evolución que ha seguido la producción industrial demuestra que ésta cambia en lo que oferta. Los valores que se pueden ver en una película clásica de Hollywood no son exactamente los que se pueden ver hoy día; ha habido una degradación tanto en el trasfondo como en la obviedad de ese trasfondo, igual que ha habido una degradación de la sociedad desde la época clásica hollywoodiense hasta nuestros días, y si se analiza con detenimiento se podrá concluir que el cambio de una equivale al cambio de la otra, siendo siempre La Sociedad quien marca el rumbo -en tanto que demandante-.

La pregunta en rigor sería si este cambio, que es lo que hace posible la citada situación autodestructiva, puede hacerlo también probable, a qué ritmo y de qué manera. Habría, pues, dos vías para que se diese esta probabilidad:

  • La primera es que la sociedad demandase explícitamente un cambio de trasfondo en las representaciones, lo que parece estar muy lejos.
  • La segunda es que el público, cansado de la repetición de los conflictos y situaciones que el cine oferta, o sea, cansado de su propia demanda, al exigir nuevas creaciones narrativas obligue a la industria a cambiar el imaginario y los contextos explotados.

Esta segunda vía es la que marca la historia de los géneros cinematográficos y la adjetivación de los mismos en forma de ciclos (que no dejan de ser fórmulas que limitan las posibles realidades representadas).

En cada película hay un margen perteneciente a lo que de hecho la sociedad es (ha sido o será) y un pequeño margen de lo que puede ser (lo que pudo ser o lo que podría ser) referente a la transgresión de las normas (del género y la sociedad). Al ser explotado en cada producción este marco de lo obligatorio y lo prohibido, las formas de transgresión, a base de repetición, no sorprenden al público llegado cierto punto. Es entonces cuando se demanda que la transgresión aumente, para poder tener la misma satisfacción que antes se obtenía con menos transgresión. El público, acostumbrado al principio de placer, dilata sus propios límites de expectación.

Es cuestión de máximo interés en qué medida la demanda de nuevas transgresiones y narraciones de entretenimiento hace cambiar el trasfondo deseado en la representación y por tanto la asimilación de un renovado código de valores.

Esta autoconducción de la sociedad hacia valores transformados (no me aventuraré a tildarlos de nuevos) por medio de la segunda vía es totalmente inadvertida a nivel general. Así es que el cine de industria deviene herramienta de autodominación, autoconducción, expresión y legitimación social inadvertida.

Es importante recalcar que la cualidad de inadvertida no refiere a una ontología del aparato o de la industria cinematográfica sino a la propia actitud de esa masa que es la sociedad. Es una herramienta voluntariamente inadvertida, pues el espíritu crítico está presente en todas las personas y, las respuestas, asequibles a cualquier razonamiento lógico.

El público no es una víctima de una sociedad de masas dirigida oligárquicamente y que sólo produce propaganda de sí misma. Esta sociedad existe, sí, pero es así porque el conjunto de todas las personas que la forman (eso sí, obligadas a formar parte de ella sin ningún tipo de escapatoria) consiente.

Aún habiendo diferentes grados de consentimiento (por supuesto, y estableciendo unos niveles que en la realidad no están tan definidos: hay personas totalmente de acuerdo con los valores de la sociedad y el cine de industria, personas que no lo están completamente pero que transigen y personas que no transigen nada más que para poder sobrevivir en una sociedad de la que no pueden salir), el conjunto de La Sociedad marca esta pauta de comportamiento hacia el cine de industria y por tanto hacia sí misma. La Sociedad que se expresa como sociedad es la sociedad expresada por la industria, una sociedad cohesionada y común en su parecer, sin opiniones particulares de las personas que la forman, y que se define por lo que la masa demanda y transige, en el que el tira y afloja se da entre la sociedad y ella misma.

Al tener en cuenta mi primera premisa nunca pensé que el público fuese una inocente víctima de la posible manipulación, ni que la voluntad de cada persona estuviese predeterminada: el cine no es una necesidad primaria, así que la gente no transige para sobrevivir; no es una obligación biológica la que hace que cedan, es un consentimiento puro.

El por qué de que las personas a nivel individual entren voluntariamente a formar parte de este juego lo encontramos en la dialéctica entre contexto sociohistórico y psicología.

No entraré a desarrollar este tema, pero por ejemplo la evasión de los propios problemas es un reclamo bastante habitual. Habría que definir el concepto de entretenimiento; preguntarse sobre si es necesario; quién, cómo y por qué lo hace necesario; y seguidamente plantear si la satisfacción formal es suficiente para legitimar el contenido subtextual y por tanto cómo se encaja la dominación cuando resulta gratificante -siempre en el caso de querer ser consciente de ella-.

En resumen, sobre “el cine de industria como dominación social”, mi conclusión es que se trata en realidad de una herramienta de autodominación, autoconducción, expresión y legitimación social que opera de forma inadvertida por La misma Sociedad.

Mi opinión al respecto, sin entrar a valorar positiva o negativamente los valores representados y aceptados, es que el conjunto de La Sociedad debería tomar plena consciencia del engranaje al que está dando juego, reforzar su espíritu crítico contra él y, ya entrando a valorar, contra todo el fundamento de la realidad social.

+

Fotografía por Jeremy Bishop